El bello sarcófago en piedra de la reina María de Castilla, esposa de Alfonso V El Magnánimo y tía de Isabel la Católica, representa la única tumba real ocupada en la Comunidad Valenciana y adquiere su singularidad por su especial construcción y acabado, atribuidos a Antoni Dalmau, a partir de numerosos elementos en común con otras obras como el retablo en alabastro de la capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia. Según sus deseos, la reina fue sepultada en él vestida con el hábito de las hermanas Franciscanas Clarisas.

 

 

El equipo de Valentia Ars Magna ha coordinado los trabajos de limpieza y reconstrucción virtual del magnífico arcosolio en varias fases sucesivas, recuperando el color original de la piedra, así como un cromatismo rojo antes no perceptible.

“[…]El sepulcro de la Reina Maria se encuentra todavía a la cabecera de la iglesia, pero no en su interior, sino en la parte recayente al claustro y, por tanto, dentro de la clausura monástica, expresando claramente el deseo de la reina de permanecer con sus queridas monjas. Enclavado bajo una profunda arcada en el cóncavo de la pared de la iglesia, en el lado correspondiente al evangelio, de modo que la cabeza de la reina recae al lugar de la antigua capilla de San Miguel y los pies hacia el altar mayor[…]. Su arcosolio está formado por un arco conopial adornado con seis cardinas y rematado por un pomo vegetal de finísima labra; a sus lados lo flanquean dos pináculos[…].

El sarcófago exhibe en su frente tres escudos coronados y encerrados en círculos: en el centro, acuarteladas en aspa, las armas de Aragón y de Sicilia, y en los dos inmediatos, éstas unidas a las de Castilla, correspondiendo a la condición de doña María como Reina de Aragón e Infanta de Castilla. Todos ellos están provistos de espléndidas coronas en bulto redondo, hoy desgraciadamente mutiladas. En los extremos, otros dos círculos presentan bajorrelieves con un lirio de tres tallos y un puchero humeante sobre unos trébedes, símbolos quizá de la Trinidad. Ambos emblemas están sostenidos por efigies de leones rampantes. La composición y símbolos son muy expresivos del gusto de la época por los emblemas y alegorías y aparecen también en el reverso del sello de plomo de ciertas bulas con la concesión de indulgencias a favor de las obras del monasterio[…]. Toda esta labor escultórica extremadamente minuciosa es de un gran virtuosismo y delicadeza[…]”

DANIEL BENITO GOERLICH, El Real Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia: historia y arte.