La reina María de Castilla (Segovia, 1401- Valencia, 1458), esposa de Alfonso V el Magnánimo, tenía gran gran predilección por las monjas clarisas y desde su juventud solía retirarse entre las claras de Tordesillas, atraída por la sencillez y dulzura de la espiritualidad franciscana, ahora deseaba poder hacerlo también aquí en Valencia.

Así, pues, consiguió que los trinitarios abandonasen su convento y mediante sendas bulas del Papa Eugenio IV, dadas en 1444 y 1445, la supresión de la comunidad trinitaria y el establecimiento de otra de clarisas, procedentes del convento de Santa Clara de Gandía.

Desde un principio la reina hizo evidente el gran aprecio que sentía por estas monjas, a las que colmó de donaciones y privilegios, vinculando estrechamente esta nueva fundación a la casa real. Obtuvo para su superiora el rango de abadesa con derecho al uso del báculo y que la nobleza y las instituciones valencianas, incluso los demás conventos de la Ciudad, contribuyesen a la financiación de las obras que, para completar el edificio trinitario e instalar decorosamente a las monjas, se emprendieron de inmediato.

También procuró la reina la construcción de una serie de departamentos independientes, pero en el interior de la clausura, donde pudiese retirarse entre las monjas con su acompañamiento siempre que le apeteciese. A su muerte, la reina fue sepultada en el monasterio, en un espléndido sepulcro gótico finamente labrado que se levantó en un ángulo del claustro.