La solución dinámica de líneas cóncavas exteriores y convexa en el lienzo central convierten a “El Romano” en uno de los artistas con más carácter del barroco tardío europeo. En Valencia podemos admirar fachadas propias del barroco español, mucho más sobrias por las influencias herrerianas impuestas por los Austrias del XVI. El XVII deja escasos cambios visibles en este estilo pero sí se aprecian en el XVIII cuando la llegada de artistas foráneos alentada por la monarquía, abierta a implantar el gusto francés e italiano en la corte, aporta un soplo de aire fresco y una nueva manera de observar la arquitectura en la que las pautas matemáticas, el gusto por la geometría y el juego de perspectivas embellecen sobremanera iglesias, palacios o catedrales como la de Valencia.
Muy difícil se lo pusieron al que fuese arquitecto del Archiduque Carlos, futuro Carlos VI de Alemania, el cual se disputaba batalla a batalla el trono de España con el Borbón Felipe V. Por una parte tocaba diseñar la “Puerta de los Hierros” entre la Sala Capitular por un lado y por otro el imponente Miguelete. Muy poco espacio para tan noble obra. Pero Konrad Rudolf se había formado en París e incluso marchado a Roma permaneciendo un tiempo en el estudio que perteneciese al gran Gian Lorenzo Bernini. Si al saber hacer de este enorme artista sumamos el bien conocido por su parte dinamismo de Borromini nos encontramos ante la primera intersección de líneas cóncavas y convexas como solución ingeniosa para dar paso a un gran templo que se lleva a cabo en nuestro país. De hecho nos encontramos en los primeros años del XVIII, en plena Guerra de Sucesión.
Desde abajo son sus planos, sus imponentes columnas, el frontispicio esculpido con frontón curvo que busca la verticalidad como un continuo y que se ve realzada con una vistosa ventana ovalada lo que nos mantiene atentos con los ojos ampliamente abiertos y dispuestos a disfrutar de tanta belleza. Al mismo tiempo, con las diferentes ornacinas y medallones y la representación en ellas de la gloria y el poder valencianos ( San Vicente Mártir, San Vicente Ferrer, Santo Tomás de Villanueva, los papas Borja, etc) mediante esculturas de dimensiones humanas dibuja y se recrea con increíble trazo en cada plano horizontal.
No pudo acabarla el alemán Rudolf porque la victoria inminente se decantaba del lado del Borbón y tocaba huir, primero a Barcelona y luego de vuelta a su tierra. Serían los valencianos, entre ellos los Capuz o los Vergara los que diesen buena cuenta de ella revistiéndola y dejando para la posteridad una de las puertas más sobresalientes del cap i casal.
Pronto “El Barroco en Valencia”.