Hoy nos situamos en Calle de la Reina, 85 para poder disfrutar de una de las fachadas con más enjundia del Cabanyal (Canyamelar para ser más precisos!). Esta edificación, conocida como Casa de la Reina, es un ejemplo indiscutible de la manera de construir casas parcelando adecuadamente las manzanas de las diversas calles que iban aflorando y que permitían olvidar los muchos sinsabores de los terribles incendios acaecidos décadas antes y que habían arrasado el típico entramado de humildes barracas de pescadores. La hoy en día biblioteca del Cabanyal está formada por dos edificios con entradas independientes, una por la calle que da nombre a la casa y otra por detrás, por la Calle Barraca. La estructura de muros, las cubiertas y los forjados hacen fácilmente comprensible el hecho de que se trata de dos inmuebles, pero estas edificaciones tan propias del Cabanyal presentan en el centro un patio flanqueado a cada lado por habitaciones de una planta con terraza. La construcción posee dos niveles -planta baja y piso superior- y cubierta a doble vertiente con salida de aguas a la calle y al patio interior. El arquitecto Joaquín Cabrera diseñó la singular fachada en estilo neo-renacimiento o clasicismo isabelino. Los juegos de arcadas de medio punto de ambas alturas y con relieves ricamente decorados, llamativas pilastras ornamentadas con putti (amorcillos o pequeños Cupidos) y cornisa moldurada obligan a hacer un alto en nuestro paseo y disfrutar de su indudable encanto. Hubo cambios, sin embargo, en la decoración final como las guirnaldas florales de carácter neoclásico o la especie de acróteras como elementos de remate de fachada sobre los que podían colocarse adornos como por ejemplo esculturas. Las terracotas bizcochadas con relieves aportan más belleza si cabe a esta llamativa fachada. Como detalle final que nadie debería pasar por alto, los capiteles presentan pájaros picoteando uvas, una filigrana muy del gusto barroco y rococó.
Pero no sólo es hermosa la casa en sí sino el peculiar oficio de su definitivo morador, del cual es como mínimo curioso escuchar algunas de sus aventuras mientras se contemplan los elementos ornamentales arriba expuestos.
El solar 122 de Calle Reina fue circulando de mano en mano y nadie daba un paso adelante para construir una elegante vivienda acorde con los gustos del barrio y las familias pudientes que contaban con una segunda residencia frente al mar. En 1854 aún había más de 50 solares por edificar. El gobierno local necesitaba, por una parte, del cobro de cánones directos pero los que se hacían con los solares ni encontraban suficientes operarios para avivar la construcción ni tampoco se atrevían a traerlos de fuera por lo exorbitados que se volvían los salarios requeridos. El tiempo iba pasando y la calle seguía desdentada y sin la tan deseada evolución que una Valencia en plena efervescencia exigía.
La especulación continúa hasta que finalmente Doña Amelia Navarro Selma firma la venta en 1859 pasando la propiedad a Bernabé Dombón Olivar. Algo más de 19000 reales pagados por el susodicho solar nos permiten entender que el Cabanyal sigue su imparable proceso de crecimiento y que la construcción del puerto tal y como lo conocemos hoy había iniciado su andadura unos 30 años antes. Así, la plusvalía generada por dichos terrenos es más que evidente. La planificación urbanística firmada entre la Bailía General del Real Patrimonio y la alcaldía del por entonces aún independiente Poble Nou de la Mar (luego ya Cabanyal al ser engullido por la ciudad de Valencia como un barrio más) para acelerar la construcción de casas en pos de una pulsante burguesía que se recrea junto al Mediterráneo en los meses de estío explica todo este maremágnum de compras, ventas, cánones y solares listos para construir sobre ellos.
Pero quién es el tal Dombón Olivar? Construyó él finalmente esta preciosa casa? Para qué? Mañana os cuento y os animo de nuevo a conocer el pintoresco barrio del Cabanyal de la mano de ARS MAGNA. Saludos!!!